Para Orar desde la Vida
DOMINGO DE RESURRECIÓN |
Hemos celebrado en Semana Santa los últimos momentos de la vida de Jesús. Intensos momentos.Nos habrá llamado la atención la serenidad de Él, en coherencia a todo lo que había vivido, dicho, sentido.Ante los interrogatorios, ante la burla, ante la tortura a la que fue sometido: Él queda como Señor.Es Él quien domina los acontecimientos, manteniendo su dignidad. Pero estos sucesos no son más que la respuesta de la clase dirigente, judía y romana,ante lo que consideran la intromisión escandalosa en sus asuntos, en sus intereses, en el “status quo” en la que viven. ¿Cómo soportar venir a dar una buena noticia a los pobres, a los últimos? ¿Cómo soportar que alguien ponga en tela de juicio nuestras costumbres, religión, e interpretación de la historia y de la sociedad? Y tenía que ser eliminado: ¡Vale más que muera uno,…! Pero Dios tiene la última palabra. Y Dios es el Dios de la Vida. Y le dio la vida, revalidando así su compromiso y cercanía con su Hijo. Y con la Resurrección muestra que va en serio lo de su reinado, predicado por Jesús. La Resurrección es la plenitud del Reino de Dios. Y por eso nos llena de alegría y de esperanza. Pero la Resurrección sólo la pueden comprender y vivir los crucificados de este mundo porque el Reino de Dios es para los pobres.La Resurrección es la plenitud de la misión de Jesús: “He venido a proclamar … el año de gracia del Señor” ¿No experimentamos una cierta paz y alegría interior,cuando en nuestro esfuerzo y compromiso diario, suerte de entrega y sacrificio,nos entregamos a la construcción del Reino por fidelidad a la voluntad del Padre?Sólo si participamos de una muerte semejante a la suya podemos participar de su Resurrección.Quien entrega la vida, la recuperará. Feliz vida de Pascua. |
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