El talante de nuestros encuentros sigue siendo eminentemente creyente; casi podríamos decir confesional. Nuestra forma de confesar y predicar la fe es desde el compromiso de ser instrumentos del Dios de la Compasión y de la Liberación de los más pobres. Esa es nuestra vocación y sólo cuando la vamos realizando nos sentimos en paz.
Nuestra fe no se queda a las puertas del compromiso social, sino que nos acompaña, nos impulsa y nos ayuda a discernirlo. La experiencia del encuentro con Jesús no nos lanza al compromiso social para después dejarnos a nuestras fuerzas y a nuestras luces en el desarrollo del mismo.
Sabemos que en los proyectos sociales que asumimos estamos realizando nuestro seguimiento de Cristo. Todos vivimos nuestra experiencia de fe como compañía constante, como exigencia permanente, como invitación perenne a contemplar la trascendencia de lo inmanente, la grandeza de lo pequeño, la importancia de quienes no la importan para este mundo.
tenido que no se vera.
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